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Bitácora Auditum 2020 – Transmisión en cuerpos

Eventualmente, todo conecta. Hay un proceso hermoso y sensible en la conexión: el momento del encuentro. El encuentro visto como un estado, y no como una acción: la acción moviliza; el estado muta. De ahí que lo que está puede transformarse y lo que acciona puede únicamente cumplir su función. Es en este estado (el encuentro) en el que dos o más seres, fragmentos o sustancias pueden romper sus esquemas y entrar al cataencuentro: Cata- de todo lo que va hacia abajo; todo lo que se hunde y se sumerge para llegar al centro; todo lo que puede degradarse para llegar a lo simple, y encuentro de estado de transformación por encima de la acción. Un cataencuentro es un instante- lugar de contemplación; un acto de desnudez, de colisión; un acto humilde y de cortocircuito, donde, de repente eso que no debería fallar, falla: falla el ser.

Este instante-lugar lo es todo en el proceso de conexión, porque solo cuando falla el ser es que podemos fusionarnos; somos maleables, indivisibles, inestables; somos duda, partícula y bilocación. La fusión es más que un proceso físico; es también una decisión; es dejar de ser para ser con el otrx; es la unión de micromundos y microhistorias, porque la historia no es solamente inherente al ser humano, también lo es a cualquier cosa capaz de encontrarse. Es de este instante-lugar de donde nacen la esencia, la claridad; de donde nace todo lo sobre, lo intro y lo anti: todo lo que nos supera y nos atraviesa, y todo lo ajeno que también somxs y no sabemos ponerle nombre propio. Es un instante- lugar lleno de chispas y telescopios: un observatorio de espejos; es la convulsión exacta para el desprendimiento preciso, y el tejido noble hacia el acto propio de la conexión: la transmisión.

La transmisión es el núcleo: la red invisible que lo sostiene todo y que a su vez se sostiene por los cuerpos. Los cuerpos como transmisores en movimiento, cambiantes; como transmisores que sueñan y que pulsan. Los cuerpos como parte de un circuito eléctrico que se cierra y que tiene coherencia y cohesión. Los cuerpos como instrumentos que resuenan y que dan vida a la red; como instrumentos que necesitan silenciarse para darse cuenta que todo sucede. Es en la transmisión donde el flujo no discrimina formas y se armoniza en mil colores, y donde el terrícola y el extraterrestre son uno; donde los cuerpos celestes, humanos y cósmicos se unen. Es la transmisión la materia prima del cosmos, y el único sentido invencible. Tal vez, algo que ver con la música de las esferas o, por qué no, con la quintaesencia misma.

Todo esto fue Auditum y la Semana de la Escucha en este año: transmisión en cuerpos. Una lupa a estos impulsos eléctricos y comunicación constante que nos atraviesan día a día. Una oportunidad de abrazar el ruido que somos, pero también el ruido que negamos. Acciones sonoras retumbantes, laboratorios despiertos, y conciertos introspectivos y espaciales. Once días de oscilación constante, y de actitudes telepáticas y telemáticas. Once días de cataencuentros. Es también una postura de resistencia y de cuestionamientos, internos y externos, hacia los contextos actuales. Un lugar de transferencia de datos, de escuchas y de seres mutantes que buscan, por encima del accionar, el estar.